Jayne Bigelsen ha sido un soñador desde que era joven. Cuando era niña, la televisión disparaba su imaginación. «Vi algunos programas una y otra vez e inventé mis propios episodios», dice. Soñar despierta era una forma poderosa de salir del aburrimiento para ella. Durante su juventud, el mundo ficticio de Bigelsen se volvió cada vez más interesante. “Por la mañana, después de despertarme, inmediatamente recogí una de mis historias”, recuerda. “Recuerdo que me frustré cuando me encontré con un amigo porque tuve que interrumpir mis pensamientos y hablar con él”.
Muchos de nosotros somos muy conscientes de las virtudes de soñar despierto. Ya sea que esté imaginando sus próximas vacaciones o su pareja romántica ideal, es divertido entrar en el reino de los deseos. Y según los estudios, estas interrupciones mentales tampoco son una pérdida de tiempo: aportan muchas ventajas (ver entrevista en la página 18). Es especialmente importante para los cerebros jóvenes en desarrollo. Los niños pasan mucho tiempo soñando despiertos. Dos tercios tienen amigos imaginarios, y uno de cada diez inventa uno o más mundos de fantasía complejos, los llamados «paracosmos». Pero a los adultos también les gusta escapar a la fantasía, como descubrieron Matthew Killingsworth y Daniel Gilbert de la Universidad de Harvard en un estudio de 2250 voluntarios: según el estudio, los sujetos de prueba pasaban aproximadamente la mitad de sus horas de vigilia soñando despiertos.
Sin embargo, más y más intensidad no es necesariamente mejor en este caso…